17 feb 2009

Shakespeare “Sobre las sillas malditas”

FALSTAFF.-¿Sí? Conforme. Esta silla será mi trono, esta daga mi cetro y este cojín mi corona.

PRÍNCIPE.-Tu trono parecerá una banqueta, tu cetro de oro una daga de plomo y tu preciada corona una calva lastimosa.

Shakespeare, Enrique IV


16 feb 2009

El Comercio

Cuando el muchacho lo ve, grita:

―Ma, ya lo encontré.

En seguida baja una mujer morena y cansada. Resbala las chancletas por cada escalón y dice:

―Ese no es; el mío es así de grande.

―Entonces no sé donde podrá estar ―se levanta del suelo―. ¿Ya revisaste arriba? ¿Tampoco? Pero no hagas esa cara Ma, no me voy al colegio hasta que lo encontremos.

La mujer, a punto de llorar, vuelve a subir al segundo piso. Él sigue buscando. Ahora es ella quien grita desde arriba que lo ha encontrado. El joven sube:

―Mamá, ¿Pero no me dijiste que el tuyo era así de grande?

―Tienes razón. Es que éste es del mismo color. Pero sí, es muy pequeño. Pequeñísimo... Busquemos.

La búsqueda continúa y la mujer se disgusta con cada fracaso.

― ¡Maldita sea! Como es posible que no aparezca, si yo lo dejé aquí ―golpea la mesa―. Aquí, aquí mismito.

Ya es de noche y no aparece.

― Ma. ¿Y si compras otro?

― ¿Qué? ¿Que compre otro? ¡Cómo me vas a decir eso a mí! Es que acaso has olvidado quién me lo dio. Me lo dio tu padre, ¡Tu padre! Cómo voy a comprar otro. Por Dios. Comprar otro ―se aleja.

El joven está sentado en el sillón. Su madre está en la cocina. Él grita:

―Ma. ¿Qué hay de comida?

Silencio.

―Ma. ¿Qué hay de comida? ―más fuerte.

Tiene que acercarse mucho para que su madre lo escuche. Aún así no le contesta. Está aturdida. ¿Tanto escándalo por eso?, piensa él, y sube a dormir sin cenar.

Cuando baja, a la mañana siguiente, su Madre lo aborda diciéndole:

―Que tu padre no se entere.

―Está bien Ma ―estira la palma de la mano.

―Que sea lindo e idéntico al que se extravió ¿no? ―le da un poco de dinero.

Un beso. Y el joven sale de casa camino al colegio. Otro se le une:

― ¿Cómo anda todo?

―Bien. Acompáñame, tengo que ir al comercio primero.

―No me digas que otra vez a tu Mamá…

―Sí, voy a comprarle otro. Y de una vez vendemos este ―saca algo del bolso.

―Es grande ¿no?― dice el otro.

―Sí.

Cruzan la calle hacia el comercio.