tag:blogger.com,1999:blog-72506532654563550312024-03-05T04:59:16.618-06:00Las sillas malditaspachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.comBlogger53125tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-1635521131211832322017-02-01T14:53:00.001-06:002017-02-01T14:53:30.557-06:00Viaje a la semilla<header style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #333333; font-family: "PT Serif", serif; font-size: 16px;"><div class="text-center" style="box-sizing: border-box; text-align: center;">
<h1 style="box-sizing: border-box; color: inherit; font-family: inherit; font-size: 1.6em; font-weight: 500; line-height: 1.1; margin: 22px 0px 11px;">
</h1>
</div>
</header>Por: <a href="http://www.fundacioncarpentier.cult.cu/autor/cronologia-de-carpentier" target="_blank">Alejo Carpentier</a><br /><br /><div style="text-align: left;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2HTv8n2n_RCjto2IgXaII-_1-S-sZ155ScG-XXZsgL02eb8EN5Kd7du1JEVJZFuf9SMoKZPugRrZPlQWu0weWrctM-ysFddAbzTakAuvtVGu75ePMJOCzJ7rRC4wk76t1tZWnwcD0KBg/s1600/viaje_a_la_semilla-alejo-carpentier.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="332" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2HTv8n2n_RCjto2IgXaII-_1-S-sZ155ScG-XXZsgL02eb8EN5Kd7du1JEVJZFuf9SMoKZPugRrZPlQWu0weWrctM-ysFddAbzTakAuvtVGu75ePMJOCzJ7rRC4wk76t1tZWnwcD0KBg/s640/viaje_a_la_semilla-alejo-carpentier.png" width="640" /></a></div>
<div>
<h3 style="text-align: center;">
I</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
-¿Qué quieres, viejo?…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas que iban desdentando las murallas aparecían -despojados de su secreto- cielos rasos ovales o cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos, y papeles encolados que colgaban de los testeros como viejas pieles de serpiente en muda. Presenciando la demolición, una Ceres con la nariz rota y el peplo desvaído, veteado de negro el tocado de mieses, se erguía en el traspatio, sobre su fuente de mascarones borrosos. Visitados por el sol en horas de sombra, los peces grises del estanque bostezaban en agua musgosa y tibia, mirando con el ojo redondo aquellos obreros, negros sobre claro de cielo, que iban rebajando la altura secular de la casa. El viejo se había sentado, con el cayado apuntalándole la barba, al pie de la estatua. Miraba el subir y bajar de cubos en que viajaban restos apreciables. Oíanse, en sordina, los rumores de la calle mientras, arriba, las poleas concertaban, sobre ritmos de hierro con piedra, sus gorjeos de aves desagradables y pechugonas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dieron las cinco. Las cornisas y entablamentos se despoblaron. Sólo quedaron escaleras de mano, preparando el salto del día siguiente. El aire se hizo más fresco, aligerado de sudores, blasfemias, chirridos de cuerdas, ejes que pedían alcuzas y palmadas en torsos pringosos. Para la casa mondada el crepúsculo llegaba más pronto. Se vestía de sombras en horas en que su ya caída balaustrada superior solía regalar a las fachadas algún relumbre de sol. La Ceres apretaba los labios. Por primera vez las habitaciones dormirían sin persianas, abiertas sobre un paisaje de escombros.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Contrariando sus apetencias, varios capiteles yacían entre las hierbas. Las hojas de acanto descubrían su condición vegetal. Una enredadera aventuró sus tentáculos hacia la voluta jónica, atraída por un aire de familia. Cuando cayó la noche, la casa estaba más cerca de la tierra. Un marco de puerta se erguía aún, en lo alto, con tablas de sombras suspendidas de sus bisagras desorientadas.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
II</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Entonces el negro viejo, que no se había movido, hizo gestos extraños, volteando su cayado sobre un cementerio de baldosas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los cuadrados de mármol, blancos y negros, volaron a los pisos, vistiendo la tierra. Las piedras con saltos certeros, fueron a cerrar los boquetes de las murallas. Hojas de nogal claveteadas se encajaron en sus marcos, mientras los tornillos de las charnelas volvían a hundirse en sus hoyos, con rápida rotación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En los canteros muertos, levantadas por el esfuerzo de las flores, las tejas juntaron sus fragmentos, alzando un sonoro torbellino de barro, para caer en lluvia sobre la armadura del techo. La casa creció, traída nuevamente a sus proporciones habituales, pudorosa y vestida. La Ceres fue menos gris. Hubo más peces en la fuente. Y el murmullo del agua llamó begonias olvidadas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El viejo introdujo una llave en la cerradura de la puerta principal, y comenzó a abrir ventanas. Sus tacones sonaban a hueco. Cuando encendió los velones, un estremecimiento amarillo corrió por el óleo de los retratos de familia, y gentes vestidas de negro murmuraron en todas las galerías, al compás de cucharas movidas en jícaras de chocolate.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Don Marcial, el Marqués de Capellanías, yacía en su lecho de muerte, el pecho acorazado de medallas, escoltado por cuatro cirios con largas barbas de cera derretida</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
III</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Los cirios crecieron lentamente, perdiendo sudores. Cuando recobraron su tamaño, los apagó la monja apartando una lumbre. Las mechas blanquearon, arrojando el pabilo. La casa se vació de visitantes y los carruajes partieron en la noche. Don Marcial pulsó un teclado invisible y abrió los ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Confusas y revueltas, las vigas del techo se iban colocando en su lugar. Los pomos de medicina, las borlas de damasco, el escapulario de la cabecera, los daguerrotipos, las palmas de la reja, salieron de sus nieblas. Cuando el médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sintió mejor. Durmió algunas horas y despertó bajo la mirada negra y cejuda del Padre Anastasio. De franca, detallada, poblada de pecados, la confesión se hizo reticente, penosa, llena de escondrijos. ¿Y qué derecho tenía, en el fondo, aquel carmelita, a entrometerse en su vida? Don Marcial se encontró, de pronto, tirado en medio del aposento. Aligerado de un peso en las sienes, se levantó con sorprendente celeridad. La mujer desnuda que se desperezaba sobre el brocado del lecho buscó enaguas y corpiños, llevándose, poco después, sus rumores de seda estrujada y su perfume. Abajo, en el coche cerrado, cubriendo tachuelas del asiento, había un sobre con monedas de oro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Don Marcial no se sentía bien. Al arreglarse la corbata frente a la luna de la consola se vio congestionado. Bajó al despacho donde lo esperaban hombres de justicia, abogados y escribientes, para disponer la venta pública de la casa. Todo había sido inútil. Sus pertenencias se irían a manos del mejor postor, al compás de martillo golpeando una tabla. Saludó y le dejaron solo. Pensaba en los misterios de la letra escrita, en esas hebras negras que se enlazan y desenlazan sobre anchas hojas afiligranadas de balanzas, enlazando y desenlazando compromisos, juramentos, alianzas, testimonios, declaraciones, apellidos, títulos, fechas, tierras, árboles y piedras; maraña de hilos, sacada del tintero, en que se enredaban las piernas del hombre, vedándole caminos desestimados por la Ley; cordón al cuello, que apretaban su sordina al percibir el sonido temible de las palabras en libertad. Su firma lo había traicionado, yendo a complicarse en nudo y enredos de legajos. Atado por ella, el hombre de carne se hacía hombre de papel. Era el amanecer. El reloj del comedor acababa de dar la seis de la tarde.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
IV</h3>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Transcurrieron meses de luto, ensombrecidos por un remordimiento cada vez mayor. Al principio, la idea de traer una mujer a aquel aposento se le hacía casi razonable. Pero, poco a poco, las apetencias de un cuerpo nuevo fueron desplazadas por escrúpulos crecientes, que llegaron al flagelo. Cierta noche, Don Marcial se ensangrentó las carnes con una correa, sintiendo luego un deseo mayor, pero de corta duración. Fue entonces cuando la Marquesa volvió, una tarde, de su paseo a las orillas del Almendares. Los caballos de la calesa no traían en las crines más humedad que la del propio sudor. Pero, durante todo el resto del día, dispararon coces a las tablas de la cuadra, irritados, al parecer, por la inmovilidad de nubes bajas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al crepúsculo, una tinaja llena de agua se rompió en el baño de la Marquesa. Luego, las lluvias de mayo rebosaron el estanque. Y aquella negra vieja, con tacha de cimarrona y palomas debajo de la cama, que andaba por el patio murmurando: “¡Desconfía de los ríos, niña; desconfía de lo verde que corre!” No había día en que el agua no revelara su presencia. Pero esa presencia acabó por no ser más que una jícara derramada sobre el vestido traído de París, al regreso del baile aniversario dado por el Capitán General de la Colonia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Reaparecieron muchos parientes. Volvieron muchos amigos. Ya brillaban, muy claras, las arañas del gran salón. Las grietas de la fachada se iban cerrando. El piano regresó al clavicordio. Las palmas perdían anillos. Las enredaderas saltaban la primera cornisa. Blanquearon las ojeras de la Ceres y los capiteles parecieron recién tallados. Más fogoso Marcial solía pasarse tardes enteras abrazando a la Marquesa. Borrábanse patas de gallina, ceños y papadas, y las carnes tornaban a su dureza. Un día, un olor de pintura fresca llenó la casa.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
V</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Los rubores eran sinceros. Cada noche se abrían un poco más las hojas de los biombos, las faldas caían en rincones menos alumbrados y eran nuevas barreras de encajes. Al fin la Marquesa sopló las lámparas. Sólo él habló en la obscuridad. Partieron para el ingenio, en gran tren de calesas -relumbrante de grupas alazanas, bocados de plata y charoles al sol. Pero, a la sombra de las flores de Pascua que enrojecían el soportal interior de la vivienda, advirtieron que se conocían apenas. Marcial autorizó danzas y tambores de Nación, para distraerse un poco en aquellos días olientes a perfumes de Colonia, baños de benjuí, cabelleras esparcidas, y sábanas sacadas de armarios que, al abrirse, dejaban caer sobre las lozas un mazo de vetiver. El vaho del guarapo giraba en la brisa con el toque de oración. Volando bajo, las auras anunciaban lluvias reticentes, cuyas primeras gotas, anchas y sonoras, eran sorbidas por tejas tan secas que tenían diapasón de cobre. Después de un amanecer alargado por un abrazo deslucido, aliviados de desconciertos y cerrada la herida, ambos regresaron a la ciudad. La Marquesa trocó su vestido de viaje por un traje de novia, y, como era costumbre, los esposos fueron a la iglesia para recobrar su libertad. Se devolvieron presentes a parientes y amigos, y, con revuelo de bronces y alardes de jaeces, cada cual tomó la calle de su morada. Marcial siguió visitando a María de las Mercedes por algún tiempo, hasta el día en que los anillos fueron llevados al taller del orfebre para ser desgrabados. Comenzaba, para Marcial, una vida nueva. En la casa de las rejas, la Ceres fue sustituida por una Venus italiana, y los mascarones de la fuente adelantaron casi imperceptiblemente el relieve al ver todavía encendidas, pintada ya el alba, las luces de los velones.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
VI</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Una noche, después de mucho beber y marearse con tufos de tabaco frío, dejados por sus amigos, Marcial tuvo la sensación extraña de que los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego las tres y media… Era como la percepción remota de otras posibilidades. Como cuando se piensa, en enervamiento de vigilia, que puede andarse sobre el cielo raso con el piso por cielo raso, entre muebles firmemente asentados entre las vigas del techo. Fue una impresión fugaz, que no dejó la menor huella en su espíritu, poco llevado, ahora, a la meditación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y hubo un gran sarao, en el salón de música, el día en que alcanzó la minoría de edad. Estaba alegre, al pensar que su firma había dejado de tener un valor legal, y que los registros y escribanías, con sus polillas, se borraban de su mundo. Llegaba al punto en que los tribunales dejan de ser temibles para quienes tienen una carne desestimada por los códigos. Luego de achisparse con vinos generosos, los jóvenes descolgaron de la pared una guitarra incrustada de nácar, un salterio y un serpentón. Alguien dio cuerda al reloj que tocaba la Tirolesa de las Vacas y la Balada de los Lagos de Escocia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Otro embocó un cuerno de caza que dormía, enroscado en su cobre, sobre los fieltros encarnados de la vitrina, al lado de la flauta traversera traída de Aranjuez. Marcial, que estaba requebrando atrevidamente a la de Campoflorido, se sumó al guirigay, buscando en el teclado, sobre bajos falsos, la melodía del Trípili-Trápala. Y subieron todos al desván, de pronto, recordando que allá, bajo vigas que iban recobrando el repello, se guardaban los trajes y libreas de la Casa de Capellanías. En entrepaños escarchados de alcanfor descansaban los vestidos de corte, un espadín de Embajador, varias guerreras emplastronadas, el manto de un Príncipe de la Iglesia, y largas casacas, con botones de damasco y difuminos de humedad en los pliegues. Matizáronse las penumbras con cintas de amaranto, miriñaques amarillos, túnicas marchitas y flores de terciopelo. Un traje de chispero con redecilla de borlas, nacido en una mascarada de carnaval, levantó aplausos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La de Campoflorido redondeó los hombros empolvados bajo un rebozo de color de carne criolla, que sirviera a cierta abuela, en noche de grandes decisiones familiares, para avivar los amansados fuegos de un rico Síndico de Clarisas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Disfrazados regresaron los jóvenes al salón de música. Tocado con un tricornio de regidor, Marcial pegó tres bastonazos en el piso, y se dio comienzo a la danza de la valse, que las madres hallaban terriblemente impropio de señoritas, con eso de dejarse enlazar por la cintura, recibiendo manos de hombre sobre las ballenas del corset que todas se habían hecho según el reciente patrón de “El Jardín de las Modas”. Las puertas se obscurecieron de fámulas, cuadrerizos, sirvientes, que venían de sus lejanas dependencias y de los entresuelos sofocantes para admirarse ante fiesta de tanto alboroto. Luego se jugó a la gallina ciega y al escondite. Marcial, oculto con la de Campoflorido detrás de un biombo chino, le estampó un beso en la nuca, recibiendo en respuesta un pañuelo perfumado, cuyos encajes de Bruselas guardaban suaves tibiezas de escote. Y cuando las muchachas se alejaron en las luces del crepúsculo, hacia las atalayas y torreones que se pintaban en grisnegro sobre el mar, los mozos fueron a la Casa de Baile, donde tan sabrosamente se contoneaban las mulatas de grandes ajorcas, sin perder nunca -así fuera de movida una guaracha- sus zapatillas de alto tacón. Y como se estaba en carnavales, los del Cabildo Arará Tres Ojos levantaban un trueno de tambores tras de la pared medianera, en un patio sembrado de granados. Subidos en mesas y taburetes, Marcial y sus amigos alabaron el garbo de una negra de pasas entrecanas, que volvía a ser hermosa, casi deseable, cuando miraba por sobre el hombro, bailando con altivo mohín de reto.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
VII</h3>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las visitas de Don Abundio, notario y albacea de la familia, eran más frecuentes. Se sentaba gravemente a la cabecera de la cama de Marcial, dejando caer al suelo su bastón de ácana para despertarlo antes de tiempo. Al abrirse, los ojos tropezaban con una levita de alpaca, cubierta de caspa, cuyas mangas lustrosas recogían títulos y rentas. Al fin sólo quedó una pensión razonable, calculada para poner coto a toda locura. Fue entonces cuando Marcial quiso ingresar en el Real Seminario de San Carlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Después de mediocres exámenes, frecuentó los claustros, comprendiendo cada vez menos las explicaciones de los dómines. El mundo de las ideas se iba despoblando. Lo que había sido, al principio, una ecuménica asamblea de peplos, jubones, golas y pelucas, controversistas y ergotantes, cobraba la inmovilidad de un museo de figuras de cera. Marcial se contentaba ahora con una exposición escolástica de los sistemas, aceptando por bueno lo que se dijera en cualquier texto. “León”, “Avestruz”, Ballena”, “Jaguar”, leíase sobre los grabados en cobre de la Historia Natural. Del mismo modo, “Aristóteles”, “Santo Tomás”, Bacon”, “Descartes”, encabezaban páginas negras, en que se catalogaban aburridamente las interpretaciones del universo, al margen de una capitular espesa. Poco a poco, Marcial dejó de estudiarlas, encontrándose librado de un gran peso. Su mente se hizo alegre y ligera, admitiendo tan sólo un concepto instintivo de las cosas. ¿Para qué pensar en el prisma, cuando la luz clara de invierno daba mayores detalles a las fortalezas del puerto? Una manzana que cae del árbol sólo es incitación para los dientes. Un pie en una bañadera no pasa de ser un pie en una bañadera. El día que abandonó el Seminario, olvidó los libros. El gnomon recobró su categoría de duende: el espectro fue sinónimo de fantasma; el octandro era bicho acorazado, con púas en el lomo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Varias veces, andando pronto, inquieto el corazón, había ido a visitar a las mujeres que cuchicheaban, detrás de puertas azules, al pie de las murallas. El recuerdo de la que llevaba zapatillas bordadas y hojas de albahaca en la oreja lo perseguía, en tardes de calor, como un dolor de muelas. Pero, un día, la cólera y las amenazas de un confesor le hicieron llorar de espanto. Cayó por última vez en las sábanas del infierno, renunciando para siempre a sus rodeos por calles poco concurridas, a sus cobardías de última hora que le hacían regresar con rabia a su casa, luego de dejar a sus espaldas cierta acera rajada, señal, cuando andaba con la vista baja, de la media vuelta que debía darse por hollar el umbral de los perfumes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora vivía su crisis mística, poblada de detentes, corderos pascuales, palomas de porcelana, Vírgenes de manto azul celeste, estrellas de papel dorado, Reyes Magos, ángeles con alas de cisne, el Asno, el Buey, y un terrible San Dionisio que se le aparecía en sueños, con un gran vacío entre los hombros y el andar vacilante de quien busca un objeto perdido. Tropezaba con la cama y Marcial despertaba sobresaltado, echando mano al rosario de cuentas sordas. Las mechas, en sus pocillos de aceite, daban luz triste a imágenes que recobraban su color primero.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
VIII</h3>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los muebles crecían. Se hacía más difícil sostener los antebrazos sobre el borde de la mesa del comedor. Los armarios de cornisas labradas ensanchaban el frontis. Alargando el torso, los moros de la escalera acercaban sus antorchas a los balaustres del rellano. Las butacas eran mas hondas y los sillones de mecedora tenían tendencia a irse para atrás. No había ya que doblar las piernas al recostarse en el fondo de la bañadera con anillas de mármol.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una mañana en que leía un libro licencioso, Marcial tuvo ganas, súbitamente, de jugar con los soldados de plomo que dormían en sus cajas de madera. Volvió a ocultar el tomo bajo la jofaina del lavabo, y abrió una gaveta sellada por las telarañas. La mesa de estudio era demasiado exigua para dar cabida a tanta gente. Por ello, Marcial se sentó en el piso. Dispuso los granaderos por filas de ocho. Luego, los oficiales a caballo, rodeando al abanderado. Detrás, los artilleros, con sus cañones, escobillones y botafuegos. Cerrando la marcha, pífanos y timbales, con escolta de redoblantes. Los morteros estaban dotados de un resorte que permitía lanzar bolas de vidrio a más de un metro de distancia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-¡Pum!… ¡Pum!… ¡Pum!…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Caían caballos, caían abanderados, caían tambores. Hubo de ser llamado tres veces por el negro Eligio, para decidirse a lavarse las manos y bajar al comedor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde ese día, Marcial conservó el hábito de sentarse en el enlosado. Cuando percibió las ventajas de esa costumbre, se sorprendió por no haberlo pensando antes. Afectas al terciopelo de los cojines, las personas mayores sudan demasiado. Algunas huelen a notario -como Don Abundio- por no conocer, con el cuerpo echado, la frialdad del mármol en todo tiempo. Sólo desde el suelo pueden abarcarse totalmente los ángulos y perspectivas de una habitación. Hay bellezas de la madera, misteriosos caminos de insectos, rincones de sombra, que se ignoran a altura de hombre. Cuando llovía, Marcial se ocultaba debajo del clavicordio. Cada trueno hacía temblar la caja de resonancia, poniendo todas las notas a cantar. Del cielo caían los rayos para construir aquella bóveda de calderones -órgano, pinar al viento, mandolina de grillos.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
IX</h3>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aquella mañana lo encerraron en su cuarto. Oyó murmullos en toda la casa y el almuerzo que le sirvieron fue demasiado suculento para un día de semana. Había seis pasteles de la confitería de la Alameda -cuando sólo dos podían comerse, los domingos, después de misa. Se entretuvo mirando estampas de viaje, hasta que el abejeo creciente, entrando por debajo de las puertas, le hizo mirar entre persianas. Llegaban hombres vestidos de negro, portando una caja con agarraderas de bronce.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tuvo ganas de llorar, pero en ese momento apareció el calesero Melchor, luciendo sonrisa de dientes en lo alto de sus botas sonoras. Comenzaron a jugar al ajedrez. Melchor era caballo. Él, era Rey. Tomando las losas del piso por tablero, podía avanzar de una en una, mientras Melchor debía saltar una de frente y dos de lado, o viceversa. El juego se prolongó hasta más allá del crepúsculo, cuando pasaron los Bomberos del Comercio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al levantarse, fue a besar la mano de su padre que yacía en su cama de enfermo. El Marqués se sentía mejor, y habló a su hijo con el empaque y los ejemplos usuales. Los “Sí, padre” y los “No, padre”, se encajaban entre cuenta y cuenta del rosario de preguntas, como las respuestas del ayudante en una misa. Marcial respetaba al Marqués, pero era por razones que nadie hubiera acertado a suponer. Lo respetaba porque era de elevada estatura y salía, en noches de baile, con el pecho rutilante de condecoraciones: porque le envidiaba el sable y los entorchados de oficial de milicias; porque, en Pascuas, había comido un pavo entero, relleno de almendras y pasas, ganando una apuesta; porque, cierta vez, sin duda con el ánimo de azotarla, agarró a una de las mulatas que barrían la rotonda, llevándola en brazos a su habitación. Marcial, oculto detrás de una cortina, la vio salir poco después, llorosa y desabrochada, alegrándose del castigo, pues era la que siempre vaciaba las fuentes de compota devueltas a la alacena.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El padre era un ser terrible y magnánimo al que debía amarse después de Dios. Para Marcial era más Dios que Dios, porque sus dones eran cotidianos y tangibles. Pero prefería el Dios del cielo, porque fastidiaba menos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<h3 style="text-align: center;">
X</h3>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando los muebles crecieron un poco más y Marcial supo como nadie lo que había debajo de las camas, armarios y vargueños, ocultó a todos un gran secreto: la vida no tenía encanto fuera de la presencia del calesero Melchor. Ni Dios, ni su padre, ni el obispo dorado de las procesiones del Corpus, eran tan importantes como Melchor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Melchor venía de muy lejos. Era nieto de príncipes vencidos. En su reino había elefantes, hipopótamos, tigres y jirafas. Ahí los hombres no trabajaban, como Don Abundio, en habitaciones obscuras, llenas de legajos. Vivían de ser más astutos que los animales. Uno de ellos sacó el gran cocodrilo del lago azul, ensartándolo con una pica oculta en los cuerpos apretados de doce ocas asadas. Melchor sabía canciones fáciles de aprender, porque las palabras no tenían significado y se repetían mucho. Robaba dulces en las cocinas; se escapaba, de noche, por la puerta de los cuadrerizos, y, cierta vez, había apedreado a los de la guardia civil, desapareciendo luego en las sombras de la calle de la Amargura.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En días de lluvia, sus botas se ponían a secar junto al fogón de la cocina. Marcial hubiese querido tener pies que llenaran tales botas. La derecha se llamaba Calambín. La izquierda, Calambán. Aquel hombre que dominaba los caballos cerreros con sólo encajarles dos dedos en los belfos; aquel señor de terciopelos y espuelas, que lucía chisteras tan altas, sabía también lo fresco que era un suelo de mármol en verano, y ocultaba debajo de los muebles una fruta o un pastel arrebatados a las bandejas destinadas al Gran Salón. Marcial y Melchor tenían en común un depósito secreto de grageas y almendras, que llamaban el “Urí, urí, urá”, con entendidas carcajadas. Ambos habían explorado la casa de arriba abajo, siendo los únicos en saber que existía un pequeño sótano lleno de frascos holandeses, debajo de las cuadras, y que en desván inútil, encima de los cuartos de criadas, doce mariposas polvorientas acababan de perder las alas en caja de cristales rotos.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
XI</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Cuando Marcial adquirió el hábito de romper cosas, olvidó a Melchor para acercarse a los perros. Había varios en la casa. El atigrado grande; el podenco que arrastraba las tetas; el galgo, demasiado viejo para jugar; el lanudo que los demás perseguían en épocas determinadas, y que las camareras tenían que encerrar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Marcial prefería a Canelo porque sacaba zapatos de las habitaciones y desenterraba los rosales del patio. Siempre negro de carbón o cubierto de tierra roja, devoraba la comida de los demás, chillaba sin motivo y ocultaba huesos robados al pie de la fuente. De vez en cuando, también, vaciaba un huevo acabado de poner, arrojando la gallina al aire con brusco palancazo del hocico. Todos daban de patadas al Canelo. Pero Marcial se enfermaba cuando se lo llevaban. Y el perro volvía triunfante, moviendo la cola, después de haber sido abandonado más allá de la Casa de Beneficencia, recobrando un puesto que los demás, con sus habilidades en la caza o desvelos en la guardia, nunca ocuparían.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Canelo y Marcial orinaban juntos. A veces escogían la alfombra persa del salón, para dibujar en su lana formas de nubes pardas que se ensanchaban lentamente. Eso costaba castigo de cintarazos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero los cintarazos no dolían tanto como creían las personas mayores. Resultaban, en cambio, pretexto admirable para armar concertantes de aullidos, y provocar la compasión de los vecinos. Cuando la bizca del tejadillo calificaba a su padre de “bárbaro”, Marcial miraba a Canelo, riendo con los ojos. Lloraban un poco más, para ganarse un bizcocho y todo quedaba olvidado. Ambos comían tierra, se revolcaban al sol, bebían en la fuente de los peces, buscaban sombra y perfume al pie de las albahacas. En horas de calor, los canteros húmedos se llenaban de gente. Ahí estaba la gansa gris, con bolsa colgante entre las patas zambas; el gallo viejo de culo pelado; la lagartija que decía “urí, urá”, sacándose del cuello una corbata rosada; el triste jubo nacido en ciudad sin hembras; el ratón que tapiaba su agujero con una semilla de carey. Un día señalaron el perro a Marcial.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-¡Guau, guau! -dijo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hablaba su propio idioma. Había logrado la suprema libertad. Ya quería alcanzar, con sus manos, objetos que estaban fuera del alcance de sus manos.</div>
<br /><br /><h3 style="text-align: center;">
XII</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Hambre, sed, calor, dolor, frío. Apenas Marcial redujo su percepción a la de estas realidades esenciales, renunció a la luz que ya le era accesoria. Ignoraba su nombre. Retirado el bautismo, con su sal desagradable, no quiso ya el olfato, ni el oído, ni siquiera la vista. Sus manos rozaban formas placenteras. Era un ser totalmente sensible y táctil. El universo le entraba por todos los poros. Entonces cerró los ojos que sólo divisaban gigantes nebulosos y penetró en un cuerpo caliente, húmedo, lleno de tinieblas, que moría. El cuerpo, al sentirlo arrebozado con su propia sustancia, resbaló hacia la vida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero ahora el tiempo corrió más pronto, adelgazando sus últimas horas. Los minutos sonaban a glissando de naipes bajo el pulgar de un jugador.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las aves volvieron al huevo en torbellino de plumas. Los peces cuajaron la hueva, dejando una nevada de escamas en el fondo del estanque. Las palmas doblaron las pencas, desapareciendo en la tierra como abanicos cerrados. Los tallos sorbían sus hojas y el suelo tiraba de todo lo que le perteneciera. El trueno retumbaba en los corredores. Crecían pelos en la gamuza de los guantes. Las mantas de lana se destejían, redondeando el vellón de carneros distantes. Los armarios, los vargueños, las camas, los crucifijos, las mesas, las persianas, salieron volando en la noche, buscando sus antiguas raíces al pie de las selvas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo lo que tuviera clavos se desmoronaba. Un bergantín, anclado no se sabía dónde, llevó presurosamente a Italia los mármoles del piso y de la fuente. Las panoplias, los herrajes, las llaves, las cazuelas de cobre, los bocados de las cuadras, se derretían, engrosando un río de metal que galerías sin techo canalizaban hacia la tierra. Todo se metamorfoseaba, regresando a la condición primera. El barro volvió al barro, dejando un yermo en lugar de la casa.</div>
<br /><h3 style="text-align: center;">
XIII</h3>
<br /><div style="text-align: justify;">
Cuando los obreros vinieron con el día para proseguir la demolición, encontraron el trabajo acabado. Alguien se había llevado la estatua de Ceres, vendida la víspera a un anticuario. Después de quejarse al Sindicato, los hombres fueron a sentarse en los bancos de un parque municipal. Uno recordó entonces la historia, muy difuminada, de una Marquesa de Capellanías, ahogada, en tarde de mayo, entre las malangas del Almendares. Pero nadie prestaba atención al relato, porque el sol viajaba de oriente a occidente, y las horas que crecen a la derecha de los relojes deben alargarse por la pereza, ya que son las que más seguramente llevan a la muerte.</div>
</div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-81801216430021646432017-01-30T10:31:00.000-06:002017-01-30T10:33:34.703-06:00La extrañaba tanto, tanto la quería<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhT4De3Dr1leA0TGXc7V49ODvOfi-EqOTDsO8A3viYRJLIcP75Fyu4r2PwHp9j9xWmfKe3g_ScwB6IiKRJ54SJ0cOTAwi0IFtQAqOpKCoKasClkgNAKNoQDM84TEE0HyxvP3rfvdTUnArk/s1600/Captura+%25281%2529.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhT4De3Dr1leA0TGXc7V49ODvOfi-EqOTDsO8A3viYRJLIcP75Fyu4r2PwHp9j9xWmfKe3g_ScwB6IiKRJ54SJ0cOTAwi0IFtQAqOpKCoKasClkgNAKNoQDM84TEE0HyxvP3rfvdTUnArk/s400/Captura+%25281%2529.jpg" width="326" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Oliver Jeffers</td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La extrañaba tanto, tanto la quería, que compró el desodorante que usaba para recordar su olor. Siempre las manos ocupadas: en una el celular, en la otra el recipiente.<b> Cerraba los ojos y lo aspiraba con fuerza una, dos, tres veces; entre los olores primaverales aparecía ella.</b> Radiante. Suave. Tersa. Seca y protegida de las irritaciones de la piel sensible. De acercárselo a la nariz, le apareció una mancha blanca entre el bigote. Se veía mal, pero olía a lavanda.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La extrañaba tanto, tanto la quería, que no podía dormir sin ver su colección de lencería. La puso en todas partes. <b>La tanga verde en el refrigerador. La bata colgada como bandera en el patio. Un brassier en la cocina.</b> Unos calzones en el baño, en la cama, debajo de la almohada. Después le hizo falta en el trabajo. Dos tangas en el bolsillo. Sobresaltos en la oficina. No era suficiente: Reemplazó sus calzoncillos por bragas ajustadas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La extrañaba tanto, tanto la quería, que recordaba haberle dicho que odiaba las obleas, el caldo de papa y las empanadas de pollo. Ahora, arrepentido, desayunaba obleas, almorzaba caldo y cenaba empanadas. Empezó a pasearse por centros comerciales, aprovechaba los descuentos de los almacenes de cadena, <b>se fijaba en las zapatillas, en los vestidos de noche, en los bolsos hechos a mano, en las comedias románticas del cine, en las flores del parque</b>, en los cachorros de gato, de perro, de cerdo, de vaca.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La extrañaba tanto, tanto la quería, que olvidó que él odiaba a Roberto Bolaño y a José Rafael Pocaterra y empezó a leer sus libros, sus subrayados, sus anotaciones a pie de página. <b>Olvidó que amaba a Scorsese, a Tarantino y a Coppola y empezó a preferir a Woody Allen, Wes Anderson y Hal Ashby</b>. Abandonó a Coetzee y regaló sus Vila-Matas. Las noches fueron más oscuras, él las creía luminosas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La extrañaba tanto, tanto la quería, que al observar su registro de nacimiento decidió olvidar la patria. Memorizó el himno de Venezuela y aprendió su historia. <b>Le puso estrellitas a la bandera del 8 de agosto.</b> Averiguó quienes eran Andrés Navarro, José María Vargas, Antonio Leocadio Guzmán, Pedro Gual Escandón, José Ruperto Monagas, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez y Luis Herrera Campins. Empezó a decir “Chico” en lugar de “Mano” y programó vacaciones a Maracaibo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La extrañaba tanto, tanto la quería.<br />
<br />
<i></i><br />
<ul>
<li><i><i>Publicado originalmente en <a href="http://blogs.elespectador.com/actualidad/hypomnemata/la-extranaba-tanto-tanto-la-queria" target="_blank">Hypomnémata </a>de El Espectador</i></i></li>
</ul>
</div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0Bucaramanga, Santander, Colombia7.119349 -73.1227415999999836.9932989999999995 -73.284103099999982 7.245399 -72.961380099999985tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-52006943113661750902013-04-07T20:40:00.000-05:002013-04-07T20:40:27.146-05:00Tergiversaciones - Leon De Greiff<br />
Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa<br />
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso<br />
suelo rimar -en verso de contorno difuso-<br />
mi viaje byroniano por las vegas del Zipa...,<br />
<br />
tal un ventripotente agrómena de jipa<br />
a quien por un capricho de su caletre obtuso<br />
se le antoja, fingirse paraísos...! ¡al uso<br />
de alucinado Poe que el alcohol destripa!,<br />
<br />
de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,<br />
de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén,<br />
y en fin... ¡hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!<br />
<br />
¡Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!<br />
¡tánta industria novísima! ¡tánto almacén enorme...!<br />
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos...<br />
<br />
(1916)<br />
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-49827904661216463412013-01-08T11:39:00.003-06:002013-01-24T13:56:31.235-06:00En un perdido rincón del universo —Nietzsche<br />
<div style="text-align: justify;">
En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. <b>Fue el minuto más altanero y falaz de la «Historia Universal»: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto.</b> Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. <b>No es sino humano, y sólo su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo.</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: right;">
Nietzsche, Friedrich. “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, en Sobre verdad y mentira. Traducción a cargo de Luis Ml. Valdés.</div>
<div style="text-align: right;">
<br /></div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-36521422521747471902012-12-30T19:24:00.000-06:002012-12-30T19:24:01.776-06:00Aprender a morir (Séneca)<div style="text-align: justify;">
Quien aprendió a morir se olvidó de ser esclavo; se sitúa por encima, o al menos, fuera de toda sujeción. ¿Qué le importan la cárcel, la guardia, los cerrojos? tiene abierta la puerta. Una sola es la cadena que nos mantiene sujetos: el amor a la vida. Este sentimiento, aunque no lo debemos rechazar, hay que reducirlo de tal manera que, si alguna vez las cicunstancias lo exigieren, nada nos detenga ni nos impida que estemos preparados a realizar al instante lo que algún día es preciso que realicemos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: right;">
Séneca - Epistolas Morales a Lucilio</div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-84196770280104057462012-12-30T19:15:00.000-06:002015-11-20T09:32:04.100-06:00Sólo existe el hombre<br />
<div style="text-align: justify;">
Y esta conclusión mía es la de que no existen libros, ni existe literatura, ni existe retórica, ni existe arte: sólo existen hombres. Hombres de carne y hueso que sienten y que sufren, que aman y que mueren....</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Jaime Ardila Casamitjana - Prólogo a Huella en el barro de Tomás Vargas Osorio.</div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-36811368738092416642012-08-20T09:53:00.000-05:002012-08-20T09:53:03.358-05:00Peligro alta tensión ortográfica (tenxion, tensión)<div style="text-align: justify;">
En Floridablanca existe un paradero llamado <a href="http://goo.gl/zP3eu" target="_blank"><i>Papi quiero piña</i></a>. Frente a él, pasando la calle, tomando la carretera que lleva al centro de la ciudad, hay una caseta; allí encontramos el siguiente cartel:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV2jimUPWno3Xo9zRmoEeKX9HHYiLncpg-4Ug5_BGoqGm7QhT4zoI3zXnB_1Bgr8ZQBT10PvOBu4xpo2-qA6L3fvQakW1nMDfR37XEjs_VjVKmsKH8QjKihTYszGJcUPGyeXqUcwmumL0/s1600/tenxion.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV2jimUPWno3Xo9zRmoEeKX9HHYiLncpg-4Ug5_BGoqGm7QhT4zoI3zXnB_1Bgr8ZQBT10PvOBu4xpo2-qA6L3fvQakW1nMDfR37XEjs_VjVKmsKH8QjKihTYszGJcUPGyeXqUcwmumL0/s400/tenxion.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Imaginamos que la x en <a href="http://goo.gl/IRh5v" target="_blank">tensión</a> quiere hacer referencia a la forma de las calaveras que usualmente acompañan esta especie de avisos y que se dejan ver tres veces en el papel.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Les parece grave este error ortográfico? </div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0Floridablanca # 197-2 a 197-36, Floridablanca, Santander, Colombia7.0619140150890649 -73.0924594402313237.0609290150890649 -73.09369344023132 7.0628990150890649 -73.091225440231327tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-29167036382246535512012-08-12T09:34:00.000-05:002012-08-14T19:25:16.507-05:00La novela de Joseph Avski y Alberto Salcedo Ramos<br />
<div style="text-align: justify;">
Hay una escena en la cinta <a href="http://goo.gl/toJkl" target="_blank">Midnight in Paris</a> de Woody Allen donde Gil Pender tiene el siguiente diálogo con Hemingway: </div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: left;">
Hemingway: ¿Qué escribe?</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: Una novela.</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: ¿Sobre qué?</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: Sobre un hombre que trabaja en una tienda de nostalgia, ¿sabe?</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: ¿Qué mierda es una tienda de nostalgia?</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: Un lugar donde venden cosas viejas. Memorabilia. Y resulta que... ¿Suena muy horrible?</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: Ningún tema es horrible, si la historia es verdadera. Y si la prosa es limpia y honesta, y si manifiesta valor y elegancia bajo presión.</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: Oiga. Quisiera pedirle el mayor favor del mundo</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: ¿Qué es?</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: ¿Podría leerla?</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: ¿Su novela?</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: Sí. Tiene 400 páginas y estoy buscando, busco una opinión.</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: Mi opinión es que la odio.</div>
<div style="text-align: left;">
Gil Pender: Pero si ni siquiera la ha leído.</div>
<div style="text-align: left;">
Hemingway: Si es mala, la odio. Odio la mala Literatura. Y si es buena, la envidiaré y la odiaré más. No pida la opinión de otro escritor.</div>
</blockquote>
<div style="text-align: justify;">
Hemingway decide llevarle la novela a Gertrude Stein para que concluya su calidad literaria y deshacerse de la responsabilidad de evaluar a otro escritor. Su opinión con respecto al trabajo literario no depende de las adulaciones, sino de la calidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No pasó lo mismo en el caso de <a href="http://goo.gl/nMy1a" target="_blank">Joseph Avski y Alberto Salcedo</a>. La novela de Avski fue retirada por haber citado sin comillas partes extensas de la novela <i>El oro y la oscuridad</i> de Salcedo Ramos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
Avski se confió. Las decisiones que tomó con respecto a su novela fueron comunicadas a Salcedo, parte por parte, pero al parecer no fueron tomadas con la seriedad necesaria. Salcedo le respondía con elogios y la necesidad de lectura y juicio crítico, que pedía Avski, se enmarañó entre halagos de parte y parte. Después, olvidando quizá las conversaciones previas, Salcedo se sintió plagiado, dijo que iba a demandar y la novela se retiró del mercado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No me interesa analizar culpas que quizá no existen. Salcedo tuvo sus razones para proteger su propiedad intelectual. ¿Quién no lo haría? Y Avski también las tuvo para hacer el “pastiche” que, según dice, era un homenaje. Lo interesante aquí es el tema de las amistades literarias. ¿Hasta dónde llega la amistad en temas literarios? ¿Primero se forja la amistad y luego la literatura? ¿Pueden ser amigos dos escritores?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Para el Hemingway ficcional de Woody Allen es muy claro: Mi ego, mi labor, me van hacer odiar tu trabajo; la escritura es una competencia. Sin embargo, la historia nos ha mostrado casos en los que las amistades han forjado excelentes obras. Clásico es el ejemplo de Nathaniel Hawthorne y Melville. Su estrecha amistad les permitía intercambiar borradores y señalarse los errores literarios más urgentes. Habrán más casos, cientos, quizá miles.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
¿Qué sucedió entonces con Avski y Salcedo? No sé si sean amigos íntimos, no tengo conocimiento de que únicamente hayan charlado por correo electrónico, no sé si hayan salido a tomar un café o una cerveza, lo evidente es que uno de los dos se tomó más en serio al otro y así no hay amistad, así no hay nada.</div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-22581124056258304402012-07-21T16:44:00.000-05:002012-07-21T16:50:22.404-05:00La ciudad que resucita<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: white;">1ª Vista:</span></div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhz2prL1Z7QZjakoP70HA-DJFJKnT5U2fpGmrkUzHaJadx-_e2FMtWbIFaS9MOhcYE_MoXq29kFVNMSvyrMODuCBcMFyPvNSobxoXC11nEQHFXK_byyXSLF5Xbki-7MFYqLdR9nLDt30rc/s1600/Cinta+de+Cine.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="228" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhz2prL1Z7QZjakoP70HA-DJFJKnT5U2fpGmrkUzHaJadx-_e2FMtWbIFaS9MOhcYE_MoXq29kFVNMSvyrMODuCBcMFyPvNSobxoXC11nEQHFXK_byyXSLF5Xbki-7MFYqLdR9nLDt30rc/s400/Cinta+de+Cine.jpg" width="400" /></a><i>Bucaramanga el lunes</i><br />
<div style="text-align: justify;">
Aparece la iglesia de San Laureano con su campana rota. Algunas mujeres entran y salen envueltas en sus mantillas. Al <span style="background-color: white;">frente, en la Cárcel, se pasea lentamente el centinela y a un </span><span style="background-color: white;">lado dos abogados con las manos en los bolsillos, conversan </span><span style="background-color: white;">con D. Isaías. El jardín da García Rovira está cerrado y el hé</span><span style="background-color: white;">roe con su mano extendida está diciendo: ¡abran la puerta!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div style="text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
2ª Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Bucaramanga el martes</i></div>
<div style="text-align: justify;">
La calle Real desierta. Algunos comerciantes fuman su cigarro <span style="background-color: white;">a la puerta del almacén y varios muchachos recogen rifas, de </span><span style="background-color: white;">tienda en tienda.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
(Telón rápido, son las 6 de la tarde). El Llano de D. Andrés. <span style="background-color: white;">Todo un derroche de colores engalanando hermosas lejanías </span><span style="background-color: white;">sobre un valle encantador. Un proyecto de avenida deliciosa. </span><span style="background-color: white;">Dos o tres sirvientas y una pareja de viejos fracasados se gozan solitos, todo aquello. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">(Telón rápido, la misma hora). El Parque Romero. El centinela del hospital mirando perplejo aquel cabrillear de la luz del </span><span style="background-color: white;">crepúsculo por entre las correctas hermosas avenidas. Sobre </span><span style="background-color: white;">el “árbol de la concordia” que plantó el Sr. Delegado intentan </span><span style="background-color: white;">subirle algunos chulos pero no pueden porque está todavía </span><span style="background-color: white;">muy pequeño. Otros más experimentados están descansando </span><span style="background-color: white;">indiferentes sobre una robusta ceiba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
3ª Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Bucaramanga el miércoles</i></div>
<div style="text-align: justify;">
Oficina de correos. Mucha gente parada al pie de la bandera <span style="background-color: white;">de coleta blanca esperando que se abra la oficina. En un balcón dos niñas hermosísimas miran el tumulto. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">(Telón rápido, son las 6 de la tarde). El Pinar del Río: un verdadero meeting.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
4ª Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Bucaramanga el jueves</i></div>
<div style="text-align: justify;">
Una calle que parece un potrero. Multitud de chinos rodean <span style="background-color: white;">un hermoso perro envenenado. Un policía se pasea majestuosamente por la acera jugando con el pito.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
5ª Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Bucaramanga el viernes</i></div>
<div style="text-align: justify;">
Calles muy animadas con señores que van y vienen afanosos <span style="background-color: white;">tropezándose a cada paso con chinos de cara desconsolada </span><span style="background-color: white;">que llevan cajoncitos de madera.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">.</span></div>
<div style="text-align: center;">
6ª Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Bucaramanga el martes</i></div>
<div style="text-align: justify;">
La Plaza de Mercado. Otro meeting. El Motor y El Rhin. (Esta <span style="background-color: white;">película es para hombres solos).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
7ª Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>El Lago encantado</i></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFi6ewq6sJyB_JTH5BIQG4mkp_-OilBkPknqTjYvowhBa3FQtBremHFvpIX8El9PvGRpPBDeC1SKdXESc-fd7Vi0-FAY3MowOXCZSimsLun-CKh_Zzjl_tCXowytCL9qvtSIL4Qsic3IM/s1600/03.03.11+cortometraje.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFi6ewq6sJyB_JTH5BIQG4mkp_-OilBkPknqTjYvowhBa3FQtBremHFvpIX8El9PvGRpPBDeC1SKdXESc-fd7Vi0-FAY3MowOXCZSimsLun-CKh_Zzjl_tCXowytCL9qvtSIL4Qsic3IM/s1600/03.03.11+cortometraje.jpg" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
La carretera hermosa que lleva a la Florida, repleta de gentes <span style="background-color: white;">de todas clases. Los dos coches que pidió Gandour van y vienen sin cesar. A un recodo de la vía un hermoso lago surcado </span><span style="background-color: white;">por elegantes barcas americanas atestadas de paseantes. En </span><span style="background-color: white;">las orillas pintorescos kioskos de lona bajo los cuales se bebe </span><span style="background-color: white;">y se ríe y se canta. Un hermoso restaurante repleto de gente. </span><span style="background-color: white;">Tiene esta película la particularidad de que los rostros de las </span><span style="background-color: white;">personas que en ella se mueven, son rostros alegres y animados y sin embargo son los mismos que se ven en las películas </span><span style="background-color: white;">anteriores.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
(Telón rápido, son las 6 de la tarde). Regreso animado a la <span style="background-color: white;">ciudad. El Parque Romero divinamente alumbrado. Los paseantes del lago llegan y toman descanso, satisfechos, en los </span><span style="background-color: white;">cómodos bancos de las avenidas. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
Ultima Vista:</div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Los Gutiérrez</i></div>
<div style="text-align: justify;">
Una sala del restaurante del lago. Alrededor de una mesa están los hermanos Gutiérrez, los empresarios progresistas, los <span style="background-color: white;">constructores del lago. Sobre la mesa se ve un montón inmenso, descomunal, de billetes de banco que cuentan ellos y </span><span style="background-color: white;">van arreglando cuidadosamente en paquetes de mil pesos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
(Cae el telón)</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Periódico La Tarde, Bucaramanga, noviembre de 1908.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="background-color: white;">Este texto hace parte del libro</span><span style="background-color: white;"> </span><i style="background-color: white;">Cinematógrafo. Comentarios y crónicas </i><span style="background-color: white;"><i>sobre cine en Santander.</i> <a href="http://goo.gl/DWzXU" target="_blank">Aquí</a></span>
</div>
<br />
<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-31388794480099194952012-06-29T17:15:00.000-05:002012-06-29T17:15:45.599-05:00Redención. Un cuento de José Rafael Pocaterra<br />
<div style="text-align: center;">
I</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De lo que ella fue para mí, la vida no me había devuelto sino un despojo: el naufragio de su belleza y de sus sentimientos en aquellos ocho años pasados sobre el cojín de todos los carruajes, en los reservados de todas las cantinas, cayendo una, seis, cien veces entre esplendores de fuego fatuo y días tristísimos sin pan ni trajes ni domicilio fijo. Dormía aún. El cabello dorado tantas veces alborotaran mis deseos, muerto, casi gris, mate, con leves reflejos de su brillo pasado; los ojos, entrecerrados por el sueño congojoso, se velaban bajo los parpados amoratados; y la boca antes risueña, que mostraba menudos dientes, tenía ahora esa expresión dura que al violentar la barbilla ahonda la comisura de los labios. Como si hubiese tomado algo amargo… Era ella aquel despojo de un naufragio que ahora, con las primeras luces de la mañana, se revelaba entre las ropas de mi cama de solitario, surgiendo de las sábanas como un fantasma sobre las espumas de mar agitado. Pálida, enflaquecida, marchita.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
II</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La primera locura de mi juventud. Una noche, entre gentes alegres, en no recuerdo qué sitio de fama dudosa, conocí a aquella Lucia que se iniciaba en la vida de los desordenes con esa resolución casi infantil de algunos políticos muy jóvenes y de las muchachas sorprendidas por el vicio. Pequeña historia de amor: la seducción de cualquiera, el fugaz capricho, luego el abandono y la dura necesidad de comer, de vivir, de surgir, sonriendo y cantando por fuerza de edad sobre todas las ilusiones destrozadas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
Cómo vivió tanto tiempo a mi lado, fue lo que después no pude comprender, pero conmigo estuvo en amor y juventud largos días de paz, alegre, retozona, con una inconsciencia de pájaro, absorbiendo lo mejor que todo hombre lleva en sí: la hora intensa de las pasiones. Cansancio primero, luego fastidio; lentamente dejo de ser mía. Fue ella recuperándose en su propia alma y de lo profundo de sus instintos una ascendencia de tuberculosis y de alcoholismo le tendió los brazos y la atrajo hacia la infamia común, hacia la infamia inevitable… Pude detenerla; un postrer esfuerzo de voluntad podía salvar aquel pájaro que iba a estrellarse contra los cristales engañosos. Un poco de la íntima generosidad que se llama renunciación, bastaba. El egoísmo remoto, el celo del macho de las cavernas y también un mucho de ese “sentido práctico” que mata en nosotros las flores más espontáneas, triunfó de escrúpulos sentimentales… </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y Lucia marchó una tarde, muy pálida, muy llorosa pero con un ardor febril de recomenzar en su vida el interrumpido mandato de sus antepasados crapulosos y enfermos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recuperábase, volvía a sí misma, de donde se la había arrancado, para hacerle el mal de que conociera el bien por poco tiempo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
III</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ocho años… y anoche, mientras cenaba a la salida de cine, un llanto ronco, quebrado en el cual reconocí un eco profundo y lejano, llegó hasta mí conmoviéndome de modo súbito, casi estúpido.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
— ¿Qué es? ¿Quién llora allá dentro?</div>
<div style="text-align: justify;">
— Nada; es esa mujer que vive dando escándalos —me contesto el sirviente--, <span style="background-color: white;">ya la han llevado varias veces a la policía, y todavía no está contenta. Debe catorce reales y si no los paga de aquí sale para “arriba”.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En efecto, dentro de un reservado sórdido, pintado al temple, en un desorden de cena frustrada, sobre un sofá estaba una mujer, torcida, ebria, llorando… El traje costoso, de mal gusto, el colorete; algo así como la faz desencajada de los cómicos en los ensayos de mediodía; algo ridículo y doloroso, profundamente canallesco…, la escapatoria de los que estaban con ella… su desesperación… Lloraba, ocultando el rostro, doblada contra el brazo del mueble en aquella gracia de líneas de la mujer que llora al pie de la cruz. El sirviente la sacudió por un brazo; quería arrastrarla fuera, ala calle, para entregarla a la policía. No lo permití; él se marchó mascullando un insulto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y entonces con una piedad que no honra pero que se parece al remordimiento, al remordimiento colectivo por todos los que damos el mal y lo recibimos, fui hasta aquella mujer que sin haberme visto el rostro siquiera, presintiendo un brazo misericordioso, acaso un fervor recóndito hacia antiguos ensueños, en la amargura suprema escondió la cabeza en mi hombro:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
— ¡No me dejes llevar! ¡Yo estoy borracha!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y realmente, cayó en un sopor profundo, con los ojos nublados de lágrimas. Era Lucia. Reconocí aquel rostro; al cabo de aquellos brazos recordé todo el pasado muerto; ora aquel mismo refugiarse en mis brazos, empequeñecida y miedosa, cuando le refería cuentos de aparecidos. El amor pasado, el que se sella con una sonrisa, como se pone una cruz para señalar los muertos que cayeron en el camino. Una cruz sobre un montón de piedras.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ante el asombro momentáneo de los que allí estaban la llevé hasta el coche, en brazos, y pagué los catorce reales.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al salir, alguien comento, burlón, en alta voz:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
— Eso está en el Quijote.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
IV</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Despertó a mediodía, en la garçonniere. Se avergonzó al reconocerme, volvió la cara, hizo una mueca de disgusto, quiso llorar; se me estrechó profundamente, con gratitud de perro recogido en la calle… Aquella emoción duró poco, el animal surgió; tenía sed, hambre, la risa convencional del oficio…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
— ¡“Enratonada”, chico…! —La palabra completaba su ambiente indispensable. Una frase burda, soez, pero autentica.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y bebió soda con brandy, y comió mucho, vorazmente, hasta hartarse… Después quiso acariciarme y tuve que desprenderme fina y resueltamente de los brazos mercenarios, del animal agradecido… Todavía olía a embriaguez; el cabello enredado, los labios insolentes, la mirada viciosa y honda.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la tarde, ya al marcharse, con una expresión melancólica, me abrazó estrechamente como queriendo refugiar en el abrazo la futura intención, y sin haberme oído ni un reproche, ni una leve censura, quiso prometerme trémula, con los ojos llenos de lágrimas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
— ¡Oye, te juro que no me volverás a encontrar así¡</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
V</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La otra noche, al paso de un automóvil cerrado de donde salían voces de hombres y gritos y carcajadas de mujer, Lucia sacó la cabeza desmelenada, con labios sangrientos de carmín:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
— ¡Adiós, papá! Cuando coja otra mona la voy a dormir allá! </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: right;">
En: Cuentos grotescos.</div>
<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-21123644599653518142012-06-28T09:00:00.000-05:002012-06-28T09:00:55.788-05:00Pájara, pájara<br />
<span style="background-color: white;">Pájara, pájara</span><br />
¿Por qué huyes de pronto?<br />
Saltas de hoja en rama<br />
Dejando pasar mis besos<br />
<br />
Pasas triunfante,<br />
siempre constante<br />
<br />
Mientras tu macho<br />
Golpeado<br />
Por el viento<br />
Llora<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-30513604026581777332012-04-02T14:35:00.000-05:002012-04-04T11:33:06.289-05:00Panes "Franceces" o la ortografía del Éxito<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El 31 de marzo nos encontramos con esta clase de pan que ofrece el supermercado <a href="https://es.foursquare.com/v/exito-ca%C3%B1averal/4cbc7ea2f50e224b1d8bfffb" target="_blank">Éxito de cañaveral</a>. No podemos decir que es un error clásico, ya que, no hemos encontrado alguno similar. Escribir: panes <u>franceces</u> en lugar de la forma correcta panes <u>franceses</u>. Queda esperar cuánto tiempo tardan en advertir el error. El empleado, a quien nos dirigimos para indicarle la corrección, se rascó la cabeza y dijo: "Tienen razón, en un momento lo arreglamos". La segunda foto fue tomada al día siguiente.</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKzsiycX5hNp310Q0y8SdPI1yLJtpFXgAB7fH18VVlNkFf-MJQjRokK_4gQi8wDVf7l5FdmPtXbvwwPjclCX2mwbrRicoR2PsY6WL2-hp2ZZbeinixrc6iDEY5RN6HmTO1VzyD38hs5s4/s1600/IMG00409-20120401-1904.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKzsiycX5hNp310Q0y8SdPI1yLJtpFXgAB7fH18VVlNkFf-MJQjRokK_4gQi8wDVf7l5FdmPtXbvwwPjclCX2mwbrRicoR2PsY6WL2-hp2ZZbeinixrc6iDEY5RN6HmTO1VzyD38hs5s4/s400/IMG00409-20120401-1904.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQndI9lNXQRjvu1Pmjs9vXW4zDIopY33YiscszXXzEs7fkL-QWfiZaAdsbYGx1b8v2RcRiJEnwKfH1cc6sX8SoE0jXIdgjTJcCYf_XOSuTseh6Pzo15jcNb4zKPcmk0qM3v6EFnIuU_0Y/s1600/IMG00411-20120401-1904.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQndI9lNXQRjvu1Pmjs9vXW4zDIopY33YiscszXXzEs7fkL-QWfiZaAdsbYGx1b8v2RcRiJEnwKfH1cc6sX8SoE0jXIdgjTJcCYf_XOSuTseh6Pzo15jcNb4zKPcmk0qM3v6EFnIuU_0Y/s400/IMG00411-20120401-1904.jpg" width="400" /></a></div>
<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-58238493831551161872012-03-31T10:58:00.000-05:002012-03-31T10:58:15.078-05:00No eres tu<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEia10q_5XJ3-D00XQNALyTr-v3ZOghkfzeq-Sg9pW49d7qYnmk0vbGvrPt0oq_7-ux_QLh6wOm4ktRlQVQeq2VVJQJbPOOYRVNhz5c_zHN0_RcfJnraZsfqR-nUyjFcl5GbCU_aX97l48M/s1600/diccionario_1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEia10q_5XJ3-D00XQNALyTr-v3ZOghkfzeq-Sg9pW49d7qYnmk0vbGvrPt0oq_7-ux_QLh6wOm4ktRlQVQeq2VVJQJbPOOYRVNhz5c_zHN0_RcfJnraZsfqR-nUyjFcl5GbCU_aX97l48M/s400/diccionario_1.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">oleismos.blogspot.com</td></tr>
</tbody></table>
<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-27840014736832421522012-03-25T13:10:00.000-05:002012-03-29T18:35:51.096-05:00Joyce y Beckett<br />
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<div style="text-align: left;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkDSTWIWLbAqhqiOMKgJw6mR9HmYDaQ7f7n_ByPy0GRNLgAm9uxZR2yEsu0Vg8oC_xol-rCbm7BHpDIF_2qaFyTlPyEUqVnA8x7diIqEQhegQ1rVEFgx8pbwszALCmfcksNorT6_izIqs/s1600/ayres_joyce.gif" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="237" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkDSTWIWLbAqhqiOMKgJw6mR9HmYDaQ7f7n_ByPy0GRNLgAm9uxZR2yEsu0Vg8oC_xol-rCbm7BHpDIF_2qaFyTlPyEUqVnA8x7diIqEQhegQ1rVEFgx8pbwszALCmfcksNorT6_izIqs/s320/ayres_joyce.gif" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Ayres</td></tr>
</tbody></table>
Joyce tenía entonces cincuenta años, y Beckett veintiséis. Beckett era adicto a los silencios, y también Joyce; entablaban conversaciones que a menudo consistían sólo en un intercambio de silencios, ambos impregnados de tristeza, Beckett en gran parte por el mundo, Joyce en gran parte por sí mismo. Joyce estaba sentado en su postura habitual, las piernas cruzadas, la puntera de la pierna de encima bajo la canilla de la de abajo; Beckett, también alto y delgado, adoptaba la misma postura. Joyce de pronto preguntaba algo parecido a esto:</div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Cómo pudo el idealista Hume escribir una historia?</div>
<div style="text-align: justify;">
Beckett replicaba:</div>
<div style="text-align: justify;">
—Una historia de las representaciones.</div>
</blockquote>
<div style="text-align: right;">
Enrique Vila-Matas - Bartleby y compañía</div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-20843742421283613862011-12-10T13:57:00.001-06:002012-08-06T22:24:20.089-05:00El payaso<br />
<div style="text-align: justify;">
Por <a href="https://www.facebook.com/MiriamFrontalini" target="_blank">Miriam Frontalini</a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se echó agua en la cara, no con intención de lavarse, sino para aclarar las ideas. En el espejo vio lo que su mujer estaba cansada de señalarle. Un hombre al que se le había ido la vida entre las manos. ” Ser soñador no te lleva a nada” le había dicho el viejo. ¡Pucha, cómo no haberle hecho caso!</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="text-align: right;">
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjHy9ZdA2SJvPdKf5JewG9bdShMZ4SmARsC4ppVBwLykbPtvIJvLAonmnHKSiuxy6NUfmVGGexEi0mLqdZNOXSJoqhh_Oiqbcpy1cgzn5x1DN9mAA-0wswbYbeshwc6F7Qw-S_QQMHdwc/s1600/Payaso_triste.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjHy9ZdA2SJvPdKf5JewG9bdShMZ4SmARsC4ppVBwLykbPtvIJvLAonmnHKSiuxy6NUfmVGGexEi0mLqdZNOXSJoqhh_Oiqbcpy1cgzn5x1DN9mAA-0wswbYbeshwc6F7Qw-S_QQMHdwc/s400/Payaso_triste.jpg" width="362" /></a></div>
Tomó las cosas y manejó hasta la casa donde sería la fiesta. Se presentó y automáticamente le señalaron la puerta del tocador.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
Acostumbrado ya al ritual se puso su traje de volados y lentejuelas. Luego cubrió sus zapatos con una gomaespuma que los hacía ver más grandes. Sólo faltaba el toque que lo hacía invisible.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
Abrió su maletín. “Las cosas no son lo que parecen” pensó mientras se ponía la crema blanca en el rostro. Se dibujó la enorme sonrisa roja, coloreó los ojos como si estuvieran encerrados en figuras geométricas y terminó con el detalle de la peluca verde con rulos. Con tanto maquillaje ¿quién podía adivinar la tristeza?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Salió al ruedo. A pesar de ser las 10 de la mañana el sol entraba a picar. 35 grados bajo la sombra de sensación térmica hacían chorrear la piel de cualquiera. Ni hablar de si tenía crema encima.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estaba acostumbrado a lo que se venía pero, no por eso, dejaba de ser fastidioso, debía hablar con voz fuerte y chillona. Los niños que le tenían miedo lloraban a mares cuando lo veían. Estaba, además, el que siempre se le colgaba de la pierna y también el que, para hacerse notar, lo mataba a patadones o le clavaba un pisotón de padre y señor nuestro intentando ver hasta dónde llegaban los zapatos en realidad. Se asfixiaba de tanto hacer animalitos con los globos largos. ¿qué tipo de ser inhumano había inventado esos globos? Luego debía crear juegos para todos mientras los grandes comían y bebían sin ofrecerle ni un vaso de agua.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“El payaso de la fiesta es menos que la sirvienta”, “ya vendrán tiempos mejores” se autoconsoló. Justo en ese momento un nene le pidió upa y sin querer le embarró el traje con el mouse de chocolate que cubría la torta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se acercaba el medio día. Sucio y transpirado se desvistió en el baño y luego hasta tuvo que renegar para que le pagaran lo que habían convenido por teléfono.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llegó a su casa cansado y triste. El dinero alcanzaba para la comida pero no para cubrir la amargura. Lavó el traje rápidamente y lo colgó. A las cinco de la tarde tenía otro cumpleaños y la sensación térmica había subido a cuarenta grados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se echó agua en la cara, no con intención de lavarse, sino para aclarar las ideas. En el espejo vio lo que su mujer estaba cansada de señalarle. Un hombre al que se le había ido la vida entre las manos. ” Ser soñador no te lleva a nada” le había dicho el viejo. ¡Pucha, cómo no haberle hecho caso!</div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-89743984654084539562011-12-06T17:43:00.001-06:002012-12-30T19:42:31.091-06:00¿Chamfort, por qué no publicas?<br />
<div style="text-align: justify;">
<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nicolas_Chamfort" target="_blank">Chamfort </a>llevó el No tan lejos que, el día en que pensó que la Revolución Francesa —de la que había sido inicialmente entusiasta— le había condenado, se disparó un tiro que le rompió la nariz y le vació el ojo derecho. Todavía con vida, volvió a la carga, se degolló con una navaja y se sajó las carnes. Bañado en sangre, hurgó en su pecho con el arma y, en fin, tras abrirse las corvas y las muñecas, se desplomó en medio de un auténtico lago de sangre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero, como ha quedado ya dicho, todo esto no fue nada comparado con la salvaje desintegración de su espíritu.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
«¿Por qué no publicáis?», se había preguntado a sí mismo, unos meses antes, en un breve texto, Productos de la civilización perfeccionada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entre sus numerosas respuestas he seleccionado éstas:</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
</div>
<ul>
<li>Porque el público me parece que posee el colmo del mal gusto y el afán por la denigración.</li>
<li>Porque se insta a trabajar por la misma razón que cuando nos asomamos a la ventana deseamos ver pasar por las calles a los monos y a los domadores de osos.</li>
<li>Porque temo morir sin haber vivido.</li>
<li>Porque cuanto más se desvanece mi cartel literario más feliz me siento.</li>
<li>Porque no deseo hacer como las gentes de letras, que se asemejan a los asnos coceando y peleándose ante su pesebre vacío.</li>
<li>Porque el público no se interesa más que por los éxitos que no aprecia.</li>
</ul>
</blockquote>
<br />
<div style="text-align: right;">
Enrique Vila-Matas - Bartleby y compañía.</div>
<div>
<br /></div>
pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-15375859391014432832011-12-04T07:00:00.000-06:002011-12-04T07:00:04.561-06:00Más caída que Haití<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjectPaus9EY3XJewsvAg8nBRsHecHPvYKxO2eujjN3k97a43neQoK6T-3t4xZbxJLWU3Lw1Eq79eHaP3GsmoHUuAZISMh7sJjsiE1_oP3TluaE-9O-jyaXiwYytuXT88ifCfb8v32L6Vw/s1600/DSC07274.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjectPaus9EY3XJewsvAg8nBRsHecHPvYKxO2eujjN3k97a43neQoK6T-3t4xZbxJLWU3Lw1Eq79eHaP3GsmoHUuAZISMh7sJjsiE1_oP3TluaE-9O-jyaXiwYytuXT88ifCfb8v32L6Vw/s400/DSC07274.JPG" width="300" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia, año 2009</span></td></tr>
</tbody></table>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-25671036580259662212011-12-03T16:01:00.001-06:002011-12-04T15:09:06.341-06:00Kafka escribe<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGhpoJhVKqV9_TiTSuP5LTB7d3dsrbSpop40X5v0PSl7pF6luq_xTomZJK_xZ_yanKuohkLF3ol4tSEDFlkEHyFL_ONzd4dz8NCD2ZWWdEOHotkvhOXEwVXpV4Z8HLY_XkQTDpL9HMY60/s1600/kafka.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGhpoJhVKqV9_TiTSuP5LTB7d3dsrbSpop40X5v0PSl7pF6luq_xTomZJK_xZ_yanKuohkLF3ol4tSEDFlkEHyFL_ONzd4dz8NCD2ZWWdEOHotkvhOXEwVXpV4Z8HLY_XkQTDpL9HMY60/s320/kafka.JPG" width="224" /></a><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
«Así me va el domingo apacible —escribe Kafka—, así me va el domingo lluvioso. Estoy sentado en el dormitorio y dispongo de silencio, pero en lugar de decidirme a escribir, actividad en la que anteayer, por ejemplo, hubiese querido volcarme con todo lo que soy, me he quedado ahora largo rato mirando fijamente mis dedos. Creo que esta semana he estado influido totalmente por Goethe, creo que acabo de agotar el vigor de dicho influjo y que por ello me he vuelto inútil.»</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: right;">
<div style="text-align: right;">
Enrique Vila-Matas - Bartleby y compañía.</div>
</div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-28010138722077134972011-11-21T19:26:00.001-06:002012-03-29T18:37:33.883-05:00La ciudad luz<br />
<div style="text-align: left;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgoc52AplJ5JV6s_VSn9n3Uert1yp20GQMEQ5g5tpScYaytW-IxBHiEWYoYoGk3I29hA8W61Ecqh1juaKh8tYRMcBZ4A2CnNztHoR7o1iy6YDQZ9TEjRq-SGiKEjxGQzNYLTB1iQ2qxS4/s1600/luces+de+la+ciudad.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgoc52AplJ5JV6s_VSn9n3Uert1yp20GQMEQ5g5tpScYaytW-IxBHiEWYoYoGk3I29hA8W61Ecqh1juaKh8tYRMcBZ4A2CnNztHoR7o1iy6YDQZ9TEjRq-SGiKEjxGQzNYLTB1iQ2qxS4/s320/luces+de+la+ciudad.jpg" width="320" /></a></div>
<b>V</b></div>
<br />
El día venintiséis de noviembre<br />
En la estación Louis Blanc<br />
Del metro de París<br />
Hubo una explosión<br />
Que redujo a escombros la taquilla<br />
E hirió a algunos pasajeros<br />
La detonación fue prodigiosa pero las causas no se han aclarado<br />
Quizá se haya debido<br />
A la acumulación de desesperaciones sin salida<br />
Que tarde o temprano tenían que estallar.<br />
<br />
<div style="text-align: right;">
<br /></div>
<div style="text-align: right;">
Isabel Fraire - Poemas en el regazo de la muerte</div>
<div>
<br /></div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-60073884974103458962011-11-09T14:30:00.000-06:002011-11-09T14:30:00.526-06:00"Cano fue erido" por RCNUn error poco frecuente en uno de los programas de noticias más visto por los colombianos apareció el fin de semana pasado. Esta vez enmudeció totalmente la "h"<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXGenSx7vSnlDrDfRFD-xHaBGrrtnzFHaDfopsK5ITM8YdcTq7DnY_9BvDDcfEwMmYsStMvzxsnUectlHmYg8aYkPzM9qifXPRQTnq6j49u6Hpex7oll8MyxdpVJzwMbfuoLeDD_EAgQI/s1600/cano+erido.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXGenSx7vSnlDrDfRFD-xHaBGrrtnzFHaDfopsK5ITM8YdcTq7DnY_9BvDDcfEwMmYsStMvzxsnUectlHmYg8aYkPzM9qifXPRQTnq6j49u6Hpex7oll8MyxdpVJzwMbfuoLeDD_EAgQI/s400/cano+erido.jpg" width="400" /> </a> </div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
Conociendo la seriedad del medio buscamos la palabra en el diccionario "on line" de la Real Academia Española. Quizá, pensamos, estamos equivocados y la palabra "erido" exista. Sin embargo, el diccionario arrojó lo siguiente:</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwfQjmXJXXWK739TN6tehfN-hFrLDBls-vhdEaT-RnPK2QpPXZZZF5hIHcCX7kj63ZAX5OOfOYBjHloC6UvWtXoiwqejPG_AE6hmyRe1nbPYmOs0510fsg1R_wKvrxmFq8-N8cIazulxU/s1600/erido.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="184" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwfQjmXJXXWK739TN6tehfN-hFrLDBls-vhdEaT-RnPK2QpPXZZZF5hIHcCX7kj63ZAX5OOfOYBjHloC6UvWtXoiwqejPG_AE6hmyRe1nbPYmOs0510fsg1R_wKvrxmFq8-N8cIazulxU/s640/erido.jpg" width="640" /></a></div>
<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-47143734685251872892011-11-09T11:13:00.000-06:002011-11-09T11:16:21.885-06:00De mal en peor<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipZG4mWE-XK9bIZY7bNHpijcL3W63JsTUfY11O4vhbXpAzNtkNy-zpkjq4Nvr0tCWmJZc5SH7LGM2w826zPLlz9h8TgnNrAPUQfaO7SnNuJggT0NcAXlXgmoufaWzoRIa1QhsoCZDQofQ/s1600/paulo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="441" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipZG4mWE-XK9bIZY7bNHpijcL3W63JsTUfY11O4vhbXpAzNtkNy-zpkjq4Nvr0tCWmJZc5SH7LGM2w826zPLlz9h8TgnNrAPUQfaO7SnNuJggT0NcAXlXgmoufaWzoRIa1QhsoCZDQofQ/s640/paulo.jpg" width="640" /></a></div>
Por <a href="https://twitter.com/#%21/albertomontt" target="_blank"><span class="screen-name screen-name-albertomontt pill">@albertomontt</span></a>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-13053712098255936962011-11-03T14:34:00.000-05:002012-06-25T12:22:04.522-05:00Crucé los brazos<div style="text-align: justify;">
Crucé los brazos y me quedé observando el escritorio por largo rato. Tomé el pisapapeles, regalo de un amigo lejano, y con extrañeza sentí que ya no me pertenecía. Era de mi propiedad, sin duda. Pero estaba seguro de que ya lo habían jugado a la suerte. ¿Quién se quedará con él ahora? ¿Jesús?, ¿Mister Lewis?, ¿la mujer de la cocina? No pude sostenerlo por más tiempo. Empecé a sentir que todos los objetos del escritorio me desconocían. Habían perdido la memoria del uso que les di. Se burlaban. Parecían gritarme: ¡Viejo!, ¡Ineficiente!, ¡Cobarde! Al final, mis manos detuvieron las lágrimas.</div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-45521476221874160772011-10-25T10:00:00.000-05:002011-10-25T10:00:05.933-05:00¿Qué por qué no escribo? (Rulfo)<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVNHtib9pkDlSLsu1sn9D_JJ3jXOHTHFdev8CEj-MgBg_-_EjJWFrW7jUNU2OzUThqg0VGhLGEj8NOAbfypd-jBCnO_7TaMvso50GulbAn-_UKdJnNbb4LnKc3qsd-fPP1Rf2rx4_qDEQ/s1600/rulfo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="311" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVNHtib9pkDlSLsu1sn9D_JJ3jXOHTHFdev8CEj-MgBg_-_EjJWFrW7jUNU2OzUThqg0VGhLGEj8NOAbfypd-jBCnO_7TaMvso50GulbAn-_UKdJnNbb4LnKc3qsd-fPP1Rf2rx4_qDEQ/s400/rulfo.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
—¿Qué por qué no escribo? —se le oyó decir a Juan Rulfo en Caracas, en 1974—. Pues porque se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias. Siempre andaba platicando conmigo. Pero era muy mentiroso. Todo lo que me contaba eran puras mentiras, y entonces, naturalmente, lo que escribí eran puras mentiras. Algunas de las cosas que me platicó fueron sobre la miseria en la que había vivido. Pero no era tan pobre el tío Celerino. El, debido a que era un hombre respetable, según dijo el arzobispo de allá por su rumbo, fue nombrado para confirmar niños, de pueblo en pueblo. Porque ésas eran tierras peligrosas y los sacerdotes tenían miedo de ir por allí. Yo le acompañaba muchas veces al tío Celerino. A cada lugar donde llegábamos había que confirmar a un niño y luego cobraba por confirmarlo. Toda esa historia no la he escrito, pero algún día quizá lo haga. Es interesante cómo nos fuimos rancheando, de pueblo en pueblo, confirmando criaturas, dándoles la bendición de Dios y esas cosas, ¿no? Y él era ateo, además.</div>
<br />
<div style="text-align: right;">
Enrique Vila-Matas - Bartleby y compañia.</div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-4332416663586650052011-10-22T10:52:00.000-05:002011-12-05T08:25:53.118-06:00Cortázar y García Márquez<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://24.media.tumblr.com/tumblr_lsekd1pyPL1r3741mo1_500.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="400" src="http://24.media.tumblr.com/tumblr_lsekd1pyPL1r3741mo1_500.jpg" width="298" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Julio Cortázar usando una máscara junto a Gabriel García Márquez.</td></tr>
</tbody></table>
<br />pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7250653265456355031.post-28111959504809508732011-10-21T23:50:00.000-05:002011-10-21T23:51:28.783-05:00Aún no desempacan<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aún no desempacan el comedor. Los
dos se sientan en el suelo y usan la mesita del teléfono para sostener los
vasos. Sólo han tenido tiempo para armar la cama y sacar algunas cortinas. El
resto es un desastre. Después, todo quedará como en las revistas
que Alicia acostumbra ver. Habitaciones iluminadas, obras de arte colgadas en
las paredes, tapetes llamados alfombras y objetos extraños en todas las mesas
de la casa.</div>pachevskohttp://www.blogger.com/profile/10055513147312181512noreply@blogger.com0