5 nov 2008

Nota sobre Manuela de Eugenio Díaz Castro.

La novela de Eugenio Díaz no ha sido considerada por la crítica como lo que en realidad es: una obra que se impuso una meta precisa: “Una colección de cuadros de trapiche, la rosa de maíz, la estanciera, y otros escritos de esas tierras donde he vivido”[1], y que se superó así misma retratando de una forma original para la época, lo vicioso de la organización política y social del pueblo de la república.

Manuela, obra fundacional del género en Colombia, publicada en 1858, es considerada costumbrista y sólo se tiene en cuenta por su valor documental. Así lo hace saber Don Salvador Camacho Roldán en la nota crítica que apareció como introducción a la edición de Manuela hecha en París en 1889; y otros autores de la talla de Hernando Tellez, Ayala Poveda o Germán Colmenares. Sin embargo, algunos críticos como Elisa Mujica, en su nota crítica a la edición de Novelas y Cuadros de costumbres de Eugenio Díaz; y Sanín Cano, reconocen la importancia de esta novela para las letras colombianas. Mujica, especialmente, afirma que esta novela no debe ser considerada costumbrista pues supera el cuadro de costumbres.
Y es en este punto en el que insisto. Veo que la crítica, como es habitual, juzga desde un punto de vista y un contexto equivocados (quizá por la distancia histórica). Como decía, Díaz Castro pretendía representar las costumbres de su pueblo, pero su maestría fue más allá: intentó adentrarse en los pensamientos de sus personajes:
Era un cuadro que merecía un pincel por separado, la figura de ñor Elías agachado, (…) embriagado con la dulce filarmonía de su instrumento, o quién sabe si a
fligido por los negocios políticos, pues aunque él contaba con la fidelidad de su compadre para su secreto de la carta de don Tadeo, su conciencia no estaría muy tranquila, después de haber traicionado a su partido. (p. 316)
Estos intentos deben serle reconocidos a Díaz Castro. Pero a partir de estos logros se le condena; y entonces sólo dicen que sus personajes no tienen profundidad, que sus descripciones son tediosas, que abundan los personajes ornamentales y las disquisiciones morales, y que su lenguaje es incorrecto; y para probarlo escogen un pasaje no muy bien logrado (pues no he dicho que, como toda novela, tenga sus faltas), pero olvidan los más impactantes como éste lleno de tensión y naturalidad:
El sitio era pintoresco, y se había acercado el cazador todo lo necesario para observarlo bien. Las ondas azules matizadas por la espuma de jabón, como el cielo por las estrellas, en una noche de diciembre, se movían en arcos paralelos desde el lavadero hasta la barranca, de la cual colgaban verdes helechos. Se veían las sombras de las tupidas guaduas que circundaban el charco, con sus cogollos atados por las bejucadas de gulupas y nechas, cuyas frutas y flores; colgaban prendidas de sus largos pedúnculos como lamparillas de iglesia en tiempo de aguinaldos. (p. 36)

Es cierto que la obra de Eugenio Díaz se inclina más, pues recordemos que ese era su propósito, al retrato de las costumbres, sacrificando, así, la trama. Pero no hemos de olvidar que su maestría no pudo menguarse a su objetivo y salió a flote el gran novelista que fue.
Así pues, esta situación me recuerda unas palabras de Borges en sus diálogos con Osvaldo Ferrari:
Siempre ocurre eso: se reprocha a un poeta no haber ejecutado lo que no se propuso nunca, ¿no?
En este caso, Díaz se propuso simplemente retratar los eventos sociales, superó su objetivo y desde esos importantes logros se le critica con dureza.
05. XI. 08

Bibliografía.
DÍAZ CASTRO, Eugenio. Manuela, Panamericana, Santafé de Bogotá 1997.
MUJICA, Elisa. Nota critico-biográfica sobre Eugenio Díaz Castro. En: NOVELAS Y CUADROS DE COSTUMBRES Tomo I, Procultura, Santafé de Bogotá.
Carta de Eugenio Díaz publicada en El Patriota imparcial