27 dic 2010

Maestro Alfonso Reyes

Un día como hoy, 27 de diciembre, en 1959, falleció él maestro Alfonso Reyes. Lo recordamos aquí con tres textos suyos muy poco conocidos

UN CUENTO CRUEL

En Madrid, Martín Luis Guzmán me dijo este cuento cruel: – Una madre vela junto al cadáver de su hijo. Alguien al pasar, tumba una lámpara que cae sobre la cabeza del cadáver, y la madre grita: “¡Cuidado, que matan a mi hijo!”

RATONES

Tenía unas bodegas llenas de ratones. Se hizo traer una gata que extinguió la plaga. Un día la gata se comió un merengue, y se desencantó y volvió a ser princesa. La princesa era muy agradable.Pero la casa se llenó de ratones

RESUMEN ESPECTRAL DE LA HISTORIA DE EUROPA

1. Los Romanos luchan por ser Griegos; 2. Los Barbaros, por ser Romanos; 3. Los Árabes, por ser Españoles (dudoso); 4. Los Alemanes, por ser franceses; 5. Los Austriacos, por ser Italianos. Y quedan como centros de la estructura fundamental de Europa: Grecia, España, Italia, Francia –y las islas británicas, que se salvan por su aislamiento.

24 nov 2010

Matad al que diga

Matad al que diga “Yo no entiendo de pequeñeces” porque es un enemigo del espíritu: “Les choses en elles mêmes ne sont ni grandes ni petites”, dijo con inspiración un maestro amable.
Alfonso Reyes

15 nov 2010

La humanidad de Metrolínea

La ciencia que la humanidad tiene en un momento dado depende de lo que es la humanidad en ese momento.
Georg Simmel

Cuán ciertas y sabias las palabras de Don Félix Rueda cuando decía que los bumangueses eran unos perezosos y que no les costaba nada caminar un poco o aguantar algunos minutos de pies. ¿Por qué no? El servicio de Metrolínea nos ha hecho más humanos: Mujeres llevando a niños de 10 años en los brazos para poder sentarse, viejos cediéndose el puesto entre sí para demostrar su juventud, hombres sosteniéndose sin agarrarse a ningún tubo, horas penosas de espera en las estaciones, miradas de angustia al ver que ya no cabe nadie y que sigue entrando gente, empujones y roces innecesarios son sucesos usuales a la hora de abordarlo.

Ya no hay pena al empujar a una anciana para salir o entrar al bus; si te haces el dormido (o si duermes) te despiertan y con amargura en el rostro te piden que te levantes. ¡Humanidad! En dos viajes, estoy seguro, entenderíamos más al ser humano que con un año de psicología. Basta observar los rostros de la gente, observar su comportamiento, el disgusto, la franqueza, la irritación, la generosidad. Recuerdo haber visto a una joven frente a la espalda de un viejo que, con su nariz, pretendía soportar su peso cuando el bus daba una abrupta curva; y dos ancianos peleando por quedarse de pies, ya que consideraban entre sí que el otro era más anciano.

Sin embargo, no sólo dentro se ven estas cosas. Miras a través de la ventana y ves a viejos, jóvenes y niños caminando desde la estación hasta sus casas. Es una procesión que no sabemos dónde termina. Bajamos las mirada y nos damos cuenta de que nos debemos bajar, estamos lejos de las puerta (y eso que hay dos) ¿Cómo pasar la muralla de gente? Sencillo afilamos nuestros codos y abandonamos el automóvil. Triunfamos, ahora nos sentimos más “humanos”; y es verdad.

13 nov 2010

Robert Louis Stevenson

Aunque Google recuerda su cumpleaños número 160, qué poco conocemos a Stevenson. Algunos sólo saben que escribió una historia sobre el mar refiriéndose, sin duda,  a la Isla de tesoro, nada más.
Sería ocioso recordar aquí únicamente los títulos de sus obras, para eso ya existe wikipedia. Prefiero compartir algunos de los apuntes que he tomado de sus libros.


Y si un hombre se entrega demasiado a la lectura, como nos lo recuerda la vieja anécdota, no le quedará tiempo para pensar. Apología del ocio
Podemos estudiar sin tregua y jamás saber lo que deseamos.El dorado
Poco sabéis de vuestra propia ceguera, pues viajar lleno de esperanza es mejor que llegar. Y el verdadero triunfo es el trabajo El dorado
Los libros están bien en su estilo, pero son  apenas un pálido sucedáneo de la vida. El dorado
BOSWELL: Cuando no hacemos nada, nos aburrimos
JOHNSON:  Eso sucede, señor, porque como los demás están ocupados nos falta compañía; si ninguno hiciera nada, no nos aburriríamos, nos divertiríamos los unos con los otros. Apología del ocio

23 ago 2010

Yo mismo

Alguien dijo un día que esos brazos míos olían mucho a papa y a yuca, recuerdos de días mejores. Entonces, tuve que arrancármelos y esconderlos debajo del colchón, como lo había hecho tiempo atrás con el sombrero, cuando llegué. Después de quitarme la ruana y las sandalias, la camisa y el machete, la bota y el pantalón; el colchón fue llenándose de mis propios retazos. Fragmentos que la gente aborrecía.

La ausencia de las piernas me dolió por semanas y creo que la falta del ojo izquierdo fue la culpable de los fuertes dolores de cabeza. Mi propia ausencia me iba transformando, hasta que al final sólo quedó de mí una oreja. Nadie me reclamaba por su presencia, no le incomodaba a ninguno. Fui feliz, y así pasaron mis días en esta ciudad. A veces, se pone muy ruidosa y tengo que reciclar algún dedo para meterlo en mi oído. Hay noches que son insoportables: debajo del colchón yo mismo me muevo queriendo escapar.

9 jul 2010

Verónica no existe

A mí también me pasó. Mi impertinente curiosidad me llevó a buscar a esa mujer que, según dicen, va por las calles con un libro negro entre las manos.

“Se llama Verónica”,  le dije a un hombre que sentado en un bar mezclaba su licor con el dedo. “Muchacho”, respondió ensimismado en la bebida, “Verónica no existe”

Sin embargo, aquí estamos ahora, sentados a la misma mesa.

“Te estuve buscando toda la noche, ¿sabes?”, le dije. Ella no respondió. Tenía el libro abierto e intentaba escribir alguna cosa. “Dicen que has matado a muchos hombres”, volví a decir. Cerró el libro, me miró a los ojos y pude comprobar que su mirada contenía otros ojos y entre estos, otros más. Era como si ella misma quisiese mostrarme lo peligrosa que era. Como si sus ojos fueran la prueba de sus crimines.

“Sé quien eres”, dijo, “y sé que te irás ahora mismo”. Consternado bajé la mirada y observé el libro. “¿Lo quieres?”, preguntó. Y mis labios dijeron: Sí

Entonces me pasó. Me vi a mi mismo, por alguna imprecisa razón, tendido en una cama, agotado, vacio Mi cuerpo inerte empezaba a heder.

21 abr 2010

Los pantalones debajo de la cintura


Siempre me pregunté cual era la razón para utilizar el pantalón tan abajo de la cadera y he aquí la explicación: SON DOS. Ahora cuando los vea pasar junto a mí los saludaré en plural.