24 nov 2010

Matad al que diga

Matad al que diga “Yo no entiendo de pequeñeces” porque es un enemigo del espíritu: “Les choses en elles mêmes ne sont ni grandes ni petites”, dijo con inspiración un maestro amable.
Alfonso Reyes

15 nov 2010

La humanidad de Metrolínea

La ciencia que la humanidad tiene en un momento dado depende de lo que es la humanidad en ese momento.
Georg Simmel

Cuán ciertas y sabias las palabras de Don Félix Rueda cuando decía que los bumangueses eran unos perezosos y que no les costaba nada caminar un poco o aguantar algunos minutos de pies. ¿Por qué no? El servicio de Metrolínea nos ha hecho más humanos: Mujeres llevando a niños de 10 años en los brazos para poder sentarse, viejos cediéndose el puesto entre sí para demostrar su juventud, hombres sosteniéndose sin agarrarse a ningún tubo, horas penosas de espera en las estaciones, miradas de angustia al ver que ya no cabe nadie y que sigue entrando gente, empujones y roces innecesarios son sucesos usuales a la hora de abordarlo.

Ya no hay pena al empujar a una anciana para salir o entrar al bus; si te haces el dormido (o si duermes) te despiertan y con amargura en el rostro te piden que te levantes. ¡Humanidad! En dos viajes, estoy seguro, entenderíamos más al ser humano que con un año de psicología. Basta observar los rostros de la gente, observar su comportamiento, el disgusto, la franqueza, la irritación, la generosidad. Recuerdo haber visto a una joven frente a la espalda de un viejo que, con su nariz, pretendía soportar su peso cuando el bus daba una abrupta curva; y dos ancianos peleando por quedarse de pies, ya que consideraban entre sí que el otro era más anciano.

Sin embargo, no sólo dentro se ven estas cosas. Miras a través de la ventana y ves a viejos, jóvenes y niños caminando desde la estación hasta sus casas. Es una procesión que no sabemos dónde termina. Bajamos las mirada y nos damos cuenta de que nos debemos bajar, estamos lejos de las puerta (y eso que hay dos) ¿Cómo pasar la muralla de gente? Sencillo afilamos nuestros codos y abandonamos el automóvil. Triunfamos, ahora nos sentimos más “humanos”; y es verdad.

13 nov 2010

Robert Louis Stevenson

Aunque Google recuerda su cumpleaños número 160, qué poco conocemos a Stevenson. Algunos sólo saben que escribió una historia sobre el mar refiriéndose, sin duda,  a la Isla de tesoro, nada más.
Sería ocioso recordar aquí únicamente los títulos de sus obras, para eso ya existe wikipedia. Prefiero compartir algunos de los apuntes que he tomado de sus libros.


Y si un hombre se entrega demasiado a la lectura, como nos lo recuerda la vieja anécdota, no le quedará tiempo para pensar. Apología del ocio
Podemos estudiar sin tregua y jamás saber lo que deseamos.El dorado
Poco sabéis de vuestra propia ceguera, pues viajar lleno de esperanza es mejor que llegar. Y el verdadero triunfo es el trabajo El dorado
Los libros están bien en su estilo, pero son  apenas un pálido sucedáneo de la vida. El dorado
BOSWELL: Cuando no hacemos nada, nos aburrimos
JOHNSON:  Eso sucede, señor, porque como los demás están ocupados nos falta compañía; si ninguno hiciera nada, no nos aburriríamos, nos divertiríamos los unos con los otros. Apología del ocio