9 abr 2008

Los zapatos

Estos zapatos son iguales a los tuyos. Corren, saltan, gruñen y patean. Pero cuando no los ves y no los tienes puestos ¿Qué es lo que hacen? Una vez estaba dormido, de repente me desperté y vi con gran sorpresa mi zapato izquierdo sobre la cama, ¡casi llegando a la cabecera! Desde ese día no confío en ellos. Los vigilo, les riño, los espío, los amenazo y a veces cuando me obligan a hacerlo, tomo sus cordones y de ellos los ato a la pata del armario.
Quizá sean malos. ¿Estarán planeando comerse mis pies? ¿Estarán ambicionando avasallar mis manos? Por eso aconsejo tenerlos vigilados. ¿Acaso no se les ve en la cara sus intenciones? Una boca tan grande como el tobillo; cintas de tortura, que paradójicamente nosotros mismos atamos, y un aspecto de total quietud. Son el asesino perfecto. Quizá Nathaniel Hawthorne debió haberlos utilizado en sus cuentos como el más peligroso de los personajes. Por eso, vuelvo a repetirlo, deben estar muy bien vigilados. Algún día me lo agradecerán.

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